Al fin de la batalla,
y muerto el
combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te
amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le
acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a
la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron
a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y
no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió
muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego
común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió
muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le
rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado;
incorporóse
lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…
César Vallejo
10 de noviembre de 1937
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