jueves, 24 de abril de 2014

Royksopp feat. Fever Ray - What Else Is There (unmarked version)

La desafinada respiración que se amalgama al surrealismo

De esos burdos que confunden la sincopación de las notas con la sin compasión de sus almas. De esos planeo librarme.
Yo diría que el surrealismo es un jazz. Claramente.
Habrá cosa más temprana al surrealismo que el jazz.
Cuántas notas amargas se calcan en la imprudente dulzura del ente musical, o cuántas lagañas se forman en la retina espiritual del mundo, hasta que el principio de mi desafinada respiración muere. 
Cuán desesperada puede ser la condición surrealista cuando cada membrana de tu ser se preocupa por ahogar la ráfaga naufraga de tu pecho ardiendo en inicuo, agazapado temblor.
Alucino que el surrealismo es real (no realista) cuando conduce a los sitios obscuros alojados en luz, es por eso que, planear el surrealismo es tan burdo como planear los síntomas de una enfermedad que se quiere padecer.
Ser realista empeora los síntomas de esta falta de Realidad en la que “vivimos”, porque hacer desvelos de algarabía analista es mal honrar los pasos tempranos del misterio de la respiración física y oxigenación del cabello espiritual.
Todo es pregunta, manténgase en paracentesis mientras no pueda confundirse con lo contrario.
Decir que uno es surrealista como medio para andar dejando suelto al inconsciente, es un infantilismo brutal y una violación al infantilismo (pues, el niño ya ha muerto desde el preciso instante en que se les ocurrió llamarlo “niño”) y es como decir, que uno es bipolar para justificar sus extremos en vía indecente, y es como, si en alguno de los dos casos, estuviera Realmente comprometido el lóbulo frontal, que lo está realmente pero no Realmente. (Entiéndase las mayúsculas como clara nota de Divinidad).
Decir que uno es surrealista como sinónimo de padecer un trastorno psicológico, es preguntarse qué no es trastorno en esta vida.
Qué estarán las lágrimas del alma romántica (de la tara anímica) planeando hacer mañana con esta anticipación inadecuada de latidos, un tanto inhóspita, por decir lo menos, respecto al superficial abismo de las luctuosas cuentas pendientes sin fin con el destino, lamentable abismo en el que planea ciegamente hundirse, será mejor que aprenda a nadar sobre la expiación.
Porque esta tormenta atornillada en las venas viene dejándome brisas sin nombre, pasos como hojuelas de sal, de queso, de serpiente, serpenteandome el destino del plato dinámico de la aporía gratuita de ser “yo” en mí, en ti, en todos y en ninguno.
Esta visión anular del mundo, que me hace señalarlo todo como equivocado, me imposibilita (no me siento imposibilitada) contradecir la fiebre aguijoneada de mi mitral roto sin causa ni martirio,
porque sin acertijo ¿no hay solución? Porque sin los pasos errados de las brisas extraviadas en mi grito frecuente ¿no hay anhelo vampírico de calor? ¿No hay sonetos acribillados por la náusea honda de mis vidrios perdularios?
¿Irse sobre puentes o contratar lomos de serpientes?
De esos versos pendientes sabor a nada, de esas odas frías sabor a sol, de esas vidorrias inhabitables, fortuitas, dignas de tanta malgastada fama, de ese cuartel de risas nacaradas de mar, de esos trasgos que no causan estragos, de esos martillazos de placer fuera de gala, de esos soplos sin aire, de esa vida en la muerte, es que no quiero hablarles, pero ya hablé.

Malú Suárez Villacrés.
(La que sólo se preocupa por la aprobación de su jodida conciencia)