lunes, 30 de noviembre de 2015
miércoles, 25 de noviembre de 2015
sábado, 21 de noviembre de 2015
viernes, 20 de noviembre de 2015
lunes, 16 de noviembre de 2015
martes, 10 de noviembre de 2015
Yo no ayudo a mi mujer con los niños ni con las tareas de casa.
Esto es lo que dice el psicólogo
Alberto Soler Sarrió, luego de que en un supermercado mientras iba
con sus hijos de 15 meses, escuchara a un par de señoras concluir lo
mismo: “hay que ver lo que ayudan ahora los hombres a sus mujeres
con los hijos”.
Luego de escucharlas, no pudo más que
morderse la lengua y sonreír, llegando a su lugar de trabajo
escribió en su web lo que le hubiera gustado decirles.
"Ésta es una de esas situaciones
que me encantan para poder provocar un poco y sacar mi lado más
feminista. Pero hoy se hacía tarde para comer y me he limitado a
sonreír, agradecer y seguir a casa.
¿Que qué le habría dicho a estas
señoras? Probablemente, como en otras ocasiones, les habría
respondido con un “disculpe señora, pero no, ni ayudo ni pienso
ayudar a mi mujer con los hijos”.
Y pasaría a explicarle cuál es mi
punto de vista al respecto.
Antes de tener hijos yo nunca he sido
de esas parejas o maridos que ayudan a su mujer con las tareas de
casa. Pero es que mi mujer tampoco me ha ayudado nunca. Y cuando
llegaron los hijos las cosas siguieron más o menos igual: ni le he
ayudado con la casa ni ahora con los hijos. Habrá alguno que aún no
haya pillado de qué va la cosa y esté pensando maravillas sobre mí
y apiadándose de mi mujer (¡pobrecita, menudo le ha tocado!).
No, yo no ayudo a mi mujer con los
niños porque no puedo ayudar a alguien con algo que es mi entera
responsabilidad.
Los hijos, al igual que las tareas domésticas,
no son el patrimonio de nadie: ni pertenecen a la mujer ni pertenecen
al hombre. Son responsabilidad de ambos. Por este motivo me llega a
ofender cuando, de modo muy bienintencionado (soy consciente) me
halagan con “lo mucho que ayudo a mi mujer”. Como si no fueran
mis hijos o no fuera mi responsabilidad. Hago, con mucho esfuerzo y
mucho gusto ni más ni menos que aquello que me corresponde. Al igual
que mi mujer. Y por mucho que me esfuerce nunca podré llegar a hacer
tanto y tan bien como hace ella."
Después explica el por qué tenemos
esta visión de las responsabilidades, diciendo que:
"Tenemos
aún en la mente un modelo de familia patriarcal en el que hay un
reparto de tareas muy bien definido: el hombre es el proveedor de
recursos, la mujer la gestora del hogar (ahí se incluyen los hijos).
Sin embargo la sociedad ha cambiado profundamente en las últimas
décadas (afortunadamente) y este reparto de papeles ha pasado en
muchos casos a la historia.
La mujer hoy en día, aunque sigue
profundamente discriminada socialmente (no hay más que ver la
diferencia en salarios u oportunidades de promoción laboral) es el
agente de su propio desarrollo, tiene la capacidad de desarrollar una
carrera profesional en los mismos ámbitos que un hombre y, si decide
dedicarse al cuidado de los hijos es, en la mayoría de los casos,
por una elección personal, y no por falta de oportunidades o
derechos sociales.
En un momento en el que tenemos esta
igualdad de roles entre hombre y mujer, asumir de facto que los hijos
son responsabilidad de ellas es un vestigio del pasado. Hoy en día
hombre y mujer se reparten (o deberían hacerlo) de modo equilibrado
aquellas tareas que les atañen a ambos, como la casa y los hijos. ¿Y
qué es “de modo equilibrado”? Ese equilibrio no implica en
(casi) ningún caso un reparto 50-50, sino más bien una adaptación
flexible entre la disponibilidad de los miembros de la familia y las
tareas que se requieren..."
Más adelante señala cuáles son las
tareas propias del padre y cuáles las de la madre.
"Bueno,
pues más allá de ser la madre (por obvios motivos) la encargada de
la teta, el resto de las casi innumerables tareas relacionadas con
los hijos no son patrimonio exclusivo de nadie, son total y
absolutamente intercambiables entre padre y madre en función de las
circunstancias, preferencias (de ellos o de los hijos -hoy quiero que
me duerma la mami/el papi-) o habilidades de cada uno.
Un buen reparto de esas tareas es el
que es equilibrado, justo, que no genera conflicto y que permite un
desarrollo armonioso de la rutina doméstica".
Y por último señala que quisiera que
sus hijos crezcan "sin saber si planchar es cosa de hombres o de
mujeres. Que no sepan si los baños son cosa de su padre o de su
madre. Que no asocien la cocina con el feudo de nadie, ni tampoco la
aspiradora, doblar ropa u ordenar los armarios. Que acudan con más o
menos igual frecuencia a uno o a otro para dormir, para contar sus
confidencias, para jugar o para enfadarse. Que no haya un “jefe”
de la casa sino que todos convivimos del modo más feliz posible".
Finalizando con un:
"Así que
no, señora, yo no ayudo a mi mujer con los niños. Tampoco con la
casa. Estoy con ellos en el supermercado y les paseo porque son mis
hijos y me acompañan allá donde voy. Les cambio los pañales, les
baño, les llevo al parque o les preparo la comida no por ayudar a mi
mujer, sino porque son mis hijos, son mi responsabilidad y quiero que
crezcan con un modelo de familia y de reparto de tareas diferente a
aquel que Ud. y yo hemos tenido."
Mar El AlMa
jueves, 5 de noviembre de 2015
Suscribirse a:
Entradas (Atom)